Suenan palabras

Es tan curioso cómo suenan las palabras en 2020. Casi sin valor, como que «casi» dicen «algo». Quizá sea, porque desde hace tiempo ha dejado de existir «alguien»: Alguien que me escuche, alguien que me lea. Alguien que viva, alguien que sea.

En 2020, el poeta ha desaparecido. Somos gente muerta, escupida aquí, empujada. En Rimbaud nació esta experiencia, él es el «paciente cero» de esta amargura, suerte de dicotomía ascética. Lloramos palabras, «las hacemos chillar», como paz decía (Amigo A.A., ¡lo recuerdo!, mi memoria intacta ante la experiencia estética de la locura y la sapiencia o, lo que vendría siendo, una charla contigo).

Quisiera escribir más cartas, que ser reo de esta red cibernética -de exiliados, suicidas que se han abandonado-. Me recuerda a una sociedad mal estructurada, la nuestra. Toda la gente huyendo de esta realidad desnuda, deshecha, yendo a parar a una tierra soñada , sin pensar, que ahí están todos ellos, las mismas personas que la hicieron desechable., ¡Sí!, a otra TIERRA soñada.

¡Bendícenos con un don que no sea la palabra! ¡Deshazte de ella, vuélvenos ajenos: a temer si nos vemos, a temer conocernos!

Tierra prometida en el valle de los vencidos. cempasúchil para enfermos. abajo, que también es arriba, bailan los muertos, no las necesitan. Anoche, o mañana… o quizá un día, vuelva a ver todos esos ojos,
todos esos gestos,
de cada persona que me ha dicho una mentira, primero veré la mía, y sucesivamente caerán las máscaras de todos, y seguirá siendo la mía.

el_inmóvil

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