DosTreintayOcho

Cuando el dolor escapa por una mirada, y las noches de otoño se acercan, el viento gélido trae consigo la nostalgia, siempre el mismo día, siempre la misma hora desde que tengo memoria, no existe año que no circulen en mi, los estragos de estos y aquellos meses.

Los días se convierten en monotonía, ¿pero no antes la vida ya lo era?… en fin, mi mente tiende a divagar en asuntos absurdos como la costumbre de todas las mentes curiosas, trataré de no darle importancia, seguro después se me pasa.

Autor desconocido.

Como les decía, las mañanas comienzan como de costumbre, con las náuseas matutinas galopando sobre el esófago ya ardiente por la resequedad de días anteriores, aún así, la taza de café hirviendo doblemente cargado, me espera en la antesala del estudio, dispuesta a ser bebida a la par, en el que el denso humo del cigarrillo espacial comience a envolver la sala entera.

Tomo el primer libro del la estantería de enfrente: «Agua Quemada» Carlos Fuentes. Lo miro como las primeras cien veces, comenzando siempre de atrás hacia adelante, vaya manía la mía, de comenzar todo al revés, seguro por eso tuviste que partir, ¿o yo mismo lo hice?

Martínez, U. (2021) «Nostalgia» (fotografía)

Ha pasado tanto tiempo que ya no lo recuerdo, y no me refiero a tu sonrisa cálida o tu mirar hiptonizante, me refiero a aquella noche, la de la desgracia. Busco y rebusco entre mi mar de recuerdos, pero por alguna extraña razón, ese día permanece cerrado, como si la llave que abriera aquel candado de oro, se hubiese desvanecido junto con ella.

De pronto un ruido de fondo se entreteje entre mi divagar y el espacio que mi cuerpo inherte estaba ocupando.
¡MARTÍN! ¡MARTÍN!
A lo lejos escucho el forcejeo de la puerta, a los guardias y doctores corriendo apresuradamente por los pasillos del manicomio, hacia la habitación del pabellón de máxima seguridad.

Martínez, U. (2020) «Celda» (fotografía)

Como es mi costumbre, atranqué la puerta principal, robé las llaves de la sala de medicamentos a los grasosos guardias ineptos, y así, el génesis de mi último festín en la tierra se desenvolvía por las turbias nubes de lo irreal.

Un minuto antes de que la puerta reventase, mis palabras dieron eco sobre las habitación entera «ya voy querida»… susurré por última vez, en la habitación 238.

-BrknHxvrt

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