LOS CHINGONES

«(…)Traición y lealtad, crimen y amor, se agazapan en el fondo de nuestra mirada. Atraemos y repelemos”. 

El Laberinto de la Soledad, Paz Octavio.

Limones, epazote, cebollas, tomate y verdura al por mayor vende Esteban, dueño del negocio que su padre ha cosechado desde hace más de diez años en la colonia Virgencitas. Ximena y Daiana sus compañeras de trabajo, una es la madre y la otra hija, respectivamente. Ximena, con una diadema de diamantes fantasía y una sonrisa ensoñadora, sostiene en la mano un teléfono Huawei por el que se comunica con un interlocutor que le pregunta el azaroso destino de los próximos partidos en la Jornada del futbol mexicano. 

Con la voz timbrada de seguridad, Ximena pregunta:

  • ¿Necaxa, América?
  • Ah, pues mi América, cómo no… -contesta Esteban, orgulloso de su equipo-
  • ¿Un kilo de limones y qué más? – me cuestiona Daiana- 
  • Epazote, cinco de epazote, por fa 

Entretenidos en la quiniela, Ximena me pide que llene la bolsa de limones para que los pese y en mi incipiencia kilográmica, le doy a pesar un poco menos de un cuarto de kilo.

  • Échale más, ¿no que un kilo? -me dice Ximena-
  • O no hay bronca, si quieres llévate eso por un kilo, jajaja -Esteban se divierte con su comentario y un par de clientes ríen al unísono- 

Apenado y atento, sigo el hilo de la conversación entre Esteban y un cliente.

  • No, es que si está chingón, la otra vez le pegué chido y me saqué cuatro mil pesos, ora si que es ponerse chingón para no cagarla. 
  • Si, verdad -dice el dueño de la quesería de enfrente- 

Al ver mi sombra con pasos vagos, el ruido casi imperceptible que iba creando al avanzar y el suceso que acababa de presenciar, me hicieron recordar el capítulo de Los Hijos de la Malinche del libro, El Laberinto de la Soledad de Octavio Paz y cito un fragmento para interpretar el acontecimiento:

“Hay un misterio mexicano como hay un misterio amarillo y uno negro. El contenido concreto de esas representaciones depende de cada espectador. Pero todos coinciden en hacerse de nosotros una imagen ambigua, cuando no contradictoria: no somos gente segura y nuestras respuestas como nuestros silencios son imprevisibles, inesperados. Traición y lealtad, crimen y amor, se agazapan en el fondo de nuestra mirada. Atraemos y repelemos”. 

Esteban es un joven carismático y un vendedor amable, busca de alguna u otra forma ganar un extra de lo que gana en la recaudería, con el azar de las quinielas y lo chingón que ha sido al ganarlas, la buena imagen que los demás tengan de él, y las bromas inesperadas que como a mi, no dudo que se las haya hecho a alguien más. Y en el rescoldo de mi moral herida, puede que al igual que él yo busque encontrar la explicación de alguien a quien se chingaron (porque al que chingan es el perdedor) y, ¿Quién quiere ser chingado y no el chingón?

-IVN

Deja un comentario

Blog de WordPress.com.

Subir ↑

Diseña un sitio como este con WordPress.com
Comenzar